El escritor húngaro László Krasznahorkai fue reconocido con el Premio Nobel de Literatura 2025, un galardón que consagra una de las voces más intensas, desafiantes y visionarias de la literatura contemporánea. La Academia Sueca justificó su elección destacando “su obra convincente y visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte”.
Krasznahorkai ha construido a lo largo de más de cuatro décadas una narrativa que se mueve entre la desesperanza y la belleza, el caos y la redención. Su literatura, hipnótica y exigente, invita al lector a adentrarse en los abismos de la existencia humana con una lucidez que estremece.

Los orígenes de un escritor solitario
Nacido el 5 de enero de 1954 en Gyula, Hungría, Krasznahorkai creció en un ambiente modesto, marcado por la austeridad de la posguerra y el control político del régimen comunista. Esa infancia silenciosa y observadora moldeó su sensibilidad: aprendió pronto que el mundo podía ser al mismo tiempo fascinante y desolador.
Desde joven se refugió en los libros. En la Hungría de su juventud, la literatura era un territorio de libertad interior. Admiraba a Dostoievski, Kafka, Thomas Mann y Faulkner, autores que lo influenciaron en su manera de concebir la escritura como una exploración de lo trágico y lo metafísico.
Estudió primero Derecho en la Universidad de Szeged, aunque pronto abandonó esa carrera para dedicarse a Lengua y Literatura Húngara en la Universidad Eötvös Loránd de Budapest, donde descubrió su vocación definitiva. Trabajó en bibliotecas y editoriales, rodeado de libros, mientras comenzaba a desarrollar su estilo característico: frases largas, densas y circulares, que fluyen como pensamientos ininterrumpidos.
Un estilo que desafía la respiración
Las novelas de Krasznahorkai son torrentes de lenguaje y pensamiento. En obras como Satantango (1985), La melancolía de la resistencia (1989) y El barón Wenckheim vuelve a casa (2016), crea universos donde el fin del mundo no llega como un estallido, sino como una lenta descomposición moral.
Sus personajes vagan entre el tedio, la locura y la revelación. Son campesinos, marginados, intelectuales extraviados o soñadores derrotados. El paisaje —gris, lluvioso, infinito— se convierte en una extensión del alma humana. En sus frases interminables y su tono visionario resuena una verdad incómoda: el colapso del mundo exterior refleja el derrumbe interior de quienes lo habitan.
Krasznahorkai ha sido descrito como un “profeta del apocalipsis”, aunque él prefiere hablar del arte como un acto de resistencia. En una entrevista reciente, tras conocer la noticia del Nobel, declaró: “La fantasía es el último refugio de la humanidad. Sin ella, la vida sería algo absolutamente distinto”.
Las obsesiones que alimentan su obra
En el centro de su literatura late una constante búsqueda: cómo preservar la belleza y el sentido en medio del derrumbe. Sus obsesiones giran en torno a la desesperanza, el fin de las utopías, la fragilidad de la civilización y la posibilidad de redención a través del arte.
No hay consuelo fácil en sus páginas; sin embargo, en medio del caos, siempre se filtra una tenue luz. Krasznahorkai no es un nihilista: es un místico laico que ve en la imaginación una forma de sobrevivir. Cada una de sus frases, aunque larga y laberíntica, busca aferrarse a una verdad última, incluso si esta es inalcanzable.
Del papel a la pantalla: una visión compartida
La colaboración de Krasznahorkai con el cineasta Béla Tarr dio origen a algunas de las obras más intensas del cine europeo contemporáneo. Películas como Satantango y El caballo de Turín trasladan su universo literario a imágenes de una belleza sombría, donde el tiempo se dilata y el silencio pesa tanto como las palabras.
Esa relación entre cine y literatura consolidó su reputación como un autor total, capaz de expandir su mirada más allá de los géneros y las fronteras. Tarr llegó a decir que Krasznahorkai “escribe como si el mundo se estuviera terminando, pero con la serenidad de quien sabe que la belleza aún existe”.
Una voz que también habla en español
Aunque su lengua materna es el húngaro, la influencia de Krasznahorkai ha trascendido las fronteras lingüísticas. En el mundo hispano, su obra ha sido difundida por Editorial Acantilado, que ha cuidado la traducción de su prosa compleja y musical. Su presencia en el ámbito literario de habla española ha crecido en los últimos años, inspirando a autores como Enrique Vila-Matas, Valeria Luiselli o Mario Bellatin, quienes reconocen en su escritura un espejo de la incertidumbre moderna.
Sus libros se estudian hoy en universidades de España y América Latina como un ejemplo de literatura filosófica contemporánea, heredera de Kafka y Beckett, pero con una sensibilidad más poética, donde lo cotidiano se vuelve revelación.
El maestro del abismo
El Nobel de Literatura 2025 no solo celebra a un escritor, sino a un pensador que ha hecho del lenguaje una forma de resistencia frente al vacío. Desde su infancia silenciosa en Gyula hasta su consagración internacional, Krasznahorkai ha permanecido fiel a una idea: que el arte no puede cambiar el mundo, pero puede recordarnos por qué vale la pena seguir imaginándolo.
Su literatura nos enfrenta con la oscuridad —pero también nos enseña a ver, en medio de ella, la chispa de la esperanza.
MARIA SOLEDAD GUIJOSA VIVANCO
OCTUBRE 2025




